*Ansiedad, Memorias de un Asesino (Novela)*


***Ansiedad. Memorias de un asesino***


1
Fingí Demencia, Pedimos Piedad.

Uno que otro lo dudó, pero como era lógico de adivinar creyeron hasta el último detalle. Al principio, la gente conocida y desconocida susurraba todo tipo de palabras, algunas fieramente desgarradoras, y otras en extremo absurdas. Lo malo de aquello, fue el hecho de haber quedado imposibilitados para acallar los rumores, pues indiscutiblemente todo era cierto.

Puedo atreverme a mencionar que en el aire quedaron suspendidos en específico, ciertos vocablos que la mente no me deja olvidar… Lo cavilo a cada instante… ¡Claro! He de opinar que fueron los más desquiciados y torpes que pudieron expresar; pero en fin, cada cabeza es un mundo desigual.

Aquellas voces me retumban en la mente, a tal grado que por instantes se presentan a mí, en forma de bisbiseos al oído.

-“Infelices, se esforzaron tanto por lograr sus sueños y al final de todo, llegando a la cumbre del triunfo, se salen de sus cabales. ¡Todos están locos! ¡No cabe ni la menor duda, que el éxito no es para cualquiera!...”

Que mentalidad tan absurda, al mismo tiempo ruin y cerrada. Yo sé, y quizá  por experiencia propia, que entre la población hasta el más  humilde,  lerdo, o inclusive, hasta  el  más chocante desequilibrado, puede lograr sus sueños y alcanzar el éxito. La clave está en saber escuchar, observar y entender el secreto, aquel que abre las puertas a la victoria.

Sé, y tengo bien entendido, que el triunfo no está en ese niño que nació bajo el privilegio de la cama de oro, ni en el genio de la escuela, mucho menos en el flojo desinteresado. No obstante, el éxito se define de diferentes formas, según el sujeto en mención… Pero ciertamente la base sigue siendo la misma, y es alcanzar la felicidad.
         
-Digamos que “La magia existe”. ¡Realmente existe!...-
-¡Y no hablo de la ilusión óptica, claro está!-

Aquella magia de la que les hago alusión, guarda entre sus redes un peldaño, un diminuto escalón casi imperceptible a los sentidos, el mismo que hace la diferencia entre un triunfador y un mediocre.

Solo, quienes tienen el ánimo y las agallas suficientes para levantarse después de uno y mil fracasos, logran comprender la frágil diferencia entre… Ganar perdiendo o perder ganando.

Aquél discreto señuelo, representara minuciosamente en su máxima expresión, a los que encuentran el oro al final del arco iris, a los únicos que alcanzan el gran sueño anhelado, apuntado hacia cualquier sentido, llámese felicidad, amor, fortuna económica; todo… Absolutamente todo lo que nuestros sueños puedan vislumbrar.

En mi caso, -Después de varios resbalones, logre tocar la meta y continué creciendo más y más. Mi ambición fue extrema y logré todo lo que apetecí. 

-¿Que es muy difícil?
Sí. Efectivamente lo es.
-Nadie dijo lo contrario-

Como decía cierta persona sabía….
-¡Si las cosas fueran fáciles, cualquier  tarugo las haría!-

No sean de los que se rinden cansados y cegados por el estricto hecho que el fracaso los golpeó. No hay que lamentar los errores, hay que aprovecharlos. Ya       que no existe razón alguna para fracasar, para sentirse débiles o humillados, pues aquella degradación destruye la expectativa, la confianza, la fe en uno mismo y, por lo consiguiente, el camino al triunfo comienza a oscurecerse y a desvanecerse entre la suave brisa del viento, para jamás regresar.

Más vale recordar y tener siempre presente, que en uno nace o muere un deseo, gloria o perdición… Que a este mundo venimos solos, una sola alma, un solo cuerpo… para después rodearlo de calidez familiar, de amigos, de amores, de conocidos, pero no dependemos estrictamente de ellos… Todo está en uno mismo.

¡Que pues, me he salido de mis líneas!
Pero tengo que admitirlo, eso, es parte de un complemento.  ¡Un todo por todo! Tanto que podría llamarlo principio general de la vida.

En fin, volviendo a mi texto. Lo más abominable del pasado, no fueron las palabras de los vecinos o personas conocidas, mucho menos de los extraños.

En sí, fue cuando supe que el destino arraso con todos a  la  par,  toda la familia se vio involucrada, incluso, aquellos por los que juré defender y que pasara lo que pasara, jamás lo sabrían.

>> Insistiré.

Muchos nos consideraban inocentes. ¿Porqué razón? Creo yo, que esa pregunta es sencilla de contestar.

Ante todo, siempre estuvo el comportamiento tan respetable. Esa forma ilustrada de dialogar; exponíamos ante la sociedad, sublime educación e inspirábamos confianza. Tuvimos la vista en alto, nuestras caras expresaban alegría por la vida, así como sensibilidad al dolor. Eternamente desbordábamos la elegancia, manejábamos autos lujosos.

En pocas palabras, vivimos como reyes. 

Nunca faltó aquella frase popularmente conocida “Mirada. Espejo del alma” -¡Que gran fraude, saben…!- No funciona igual, con todas las personas.

Bueno. Así ¿Quién dudaría de nosotros? Creo que ni el mismo Dios.

Nuestra reputación fue por muchos años, simplemente intachable, todos nos admiraban y digamos que hasta cierto grado nos veneraban. Pero, lo que nadie sabía, es que mientras disfrutábamos de nuestra vida sosegada, los pensamientos navegaban, algunos de aquellos eran tan despiadados y crueles como estos que sigo acumulando, miles de formas inauditas de deshacerme de tanta porquería….
         
Pero les pido, no me juzguen por lo que soy, tampoco por quien fui. Pues únicamente pretendo dispensarme entre estas vanas líneas, y, hasta un cierto grado.

Tengo que expresar que la vida es traicionera, uno nunca sabe que puede suceder o que sorpresa te regalará el destino. Si habrá luz o tinieblas, si despertaras al alba o si jamás regresarás a ver, esa irradiación sublime de vida.

Aun así, hay que reconocer, que cada quien es el tejedor de su propio fin.
         
Quizá se extrañen y digan que no… Pero considero que existen muchos como yo entre ustedes, personas que tienen un excelente trabajo, también puede que exista esposa o esposo.  

-¿Quien lo sabe?- Desgraciadamente nadie.

¡Ah! pero eso si, el único que puede saber exactamente la vida de cada uno de nosotros, y pese a que se encuentra en todos lados… jamás se acerca a decirnos el camino y mucho menos a ayudarnos, ¿Por qué?, por la sencilla razón que solo es la entelequia que la humanidad forjo para pretender confiar en algo, o alguien mas poderoso, que solo en momentos de caos, nos apartara de aquellos lugares turbios. Que irónico suena ¿No? Estamos solos, pero algún ser producto de nuestra imaginación o creencia, nos guía. ¡Que gran desfachatez!... Pero bueno, ni que hacerle.

En definitiva, la mayor parte de veces, y sólo cuando se es precavido, las personas que se encuentran a tu alrededor, jamás se enteran de la existencia de una doble personalidad. En diversas ocasiones, los últimos en enterarse, son los mismos familiares. Pues es bien sabido, que la mentira dura, mientras la verdad llega.

 ¡Ah, pero como tarda la condenada! ¿Verdad?

          Ciertamente, en mi caso éramos tres los que sabíamos la verdadera historia, la obscura realidad que envolvía a la familia.

Por tal razón, insistiré que hay que estar enterados de quien reside en nuestro entorno social o laboral, vivir al tanto, encontrando los mensajes corporales y verbales de cada individuo. Por lo general, personas como yo, tenemos una serie de movimientos mecanizados, seguidos de una mueca de burla, con un camuflaje casi perfecto de serenidad o seguridad. Algunos jugamos con pequeños vocablos simbólicos, los cuales nos ayudan a envolver a nuestras victimas. Cabe mencionar, que todos los cerebros son diferentes, pero básicamente… Todos aquellos que tenemos una mente perturbada, actuamos bajo patrones similares de comportamiento… Aún así y en definitiva, vuelvo a precisar que… ¡Cada cabeza es un mundo!...

           En la actualidad, me permito expresar serenamente que ¡Hay que saber quienes nos codean! pues en veces tenemos drogadictos, asesinos e infinidad de lacras, tan cerca, que no lo notamos. Amistades que pensamos fieles, e incluso hasta en nuestras moradas, compartiendo el mismo pan de cada día.

           -No hay que fiarse con todo mundo, menos en los que se dicen amigos, inclusive tampoco de aquellos que se supone, que por sangre se puede confiar, ya que sarcásticamente me a tocado saber que la misma familia se saca los ojos entre si, se levantan falsos testimonios e incluso, se llegan a matar.

-Son como aves corroyeras -Muchas familias se traicionan. 
- ¡Cielos! – ¿En este mundo en quien confiar? 

Tengo la respuesta.
¡En uno mismo!

          Obvio… No por esto de la desconfianza, exhorto al mundo a vivir encerrado en una burbuja de cristal, para evitar a ciertas personas y tantas otras cosas o calamidades, pero si hay que ser precavidos, puesto que la “Buena fe” ya no existe, menos en estos días en que por doquier; los amaneceres, tardes y noches se han vuelto tinieblas, empapadas vulgarmente en ríos carmesí y sacrilegio ufano.

Desgraciadamente, es bien sabido que aquel que confía sinceramente en el prójimo, no vive mucho, ya que la sociedad se ha corrompido en una proporción considerable, por tal razón, hay que perpetuar aquella frase que dice entre líneas, que…

-Las apariencias, engañan-

Mi nombre… Juan Pérez García.

“El fantasma negro”

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2
El destino siempre alcanza…


          Heme aquí, en este grandioso “ejemplar de larga estancia” Llegue hace ya tiempo en marzo del 2006, para ser un poco más exactos. Contaban con 20 camas, déjenme mencionar que han invertido tanto en esta unidad, o mejor dicho en este Hospital Psiquiátrico, estoy en la provincia de Huesca, España.

           ¿Cómo llegue hasta este lugar?

         Hay de mí, que pregunta tan grotesca y absurda. No lo preguntaré ni una vez más, ¡obviamente lo sé! Hoy por hoy, grito en cualquier momento. Ya nadie me escucha. Ambiciono olvidarlo. Desafortunado, recuerdo cada fragmento a la perfección, los fantasmas del pasado me persiguen, me acosan donde quiera que me encuentro, junto a esta insaciable sed de sangre que me domina, siendo  la misma compañera de anocheceres eternos.

Dentro de un mes exactamente, cumplo 70 años. Me encuentro cansado, ya no lo soporto, apenas son las cinco de la mañana, el Doctor no tardará en llegar.

>> -Buen día, ¿Cómo amanecimos? ¿Listo para su medicamento?
-Me preguntará. Y no diré ni media palabra.

>> -¿Amanecimos callados? ¡No importa, hablará en cuanto principien las terapias!
- Con una forma grotesca expondrá.

         Puedo adivinar que va pedirle ayuda a los enfermeros para que me afiancen y ¡Tómala! sin preguntar me administrará el medicamento.  En fin, ya no quiero ni imaginarlo, puntual estará a las seis.

          Le daré la oportunidad, en realidad no sé porque razón me estima tanto. Me lo ha hecho saber infinidad de veces, digamos que se siente muy interesado en quien soy. Es francamente insólito, es más, debo aceptar que en veces yo mismo me tengo miedo.

          He de confesar, que aquel hombre me dio la idea de relatar para despejarme. Hablando, escribiendo y grabando, se supone que vaciaré mi mente. Sin embargo, puedo señalar francamente que ¡No ha funcionado! pero ¿Que le puedo hacer? Esto es quizá mi condena por ser lo que soy.

          Aún me veo atrapado en ocaso lánguido de atardeceres, miro por la pequeña ventana que me conecta con el exterior, lejos del hospital. Aquel lugar, donde siempre me arrincono a observar como acaece el día…

Agudizo los sentidos, perfilo todo detalladamente… el delicado rostro del sol desaparecer… dejo mi mente volar, vagar rumbo al horizonte, perdiéndose minuciosamente entre montes, valles, ríos y mares, que solo en fantasía, logro vislumbrar y me hace retozar como crío, entre verdes praderas.

En diversos momentos, me disipo como ave, siento aquel viento que roza mi cuerpo y la brisa que acaricia mi rostro. Pero de tajo, aquél sueño se pierde en bruma lóbrega. Vuelvo vorazmente a mi entorno en cuando el radiante sol, se pierde, muere… Regreso a mi agónica senda, a sentirme, juguete de trapo, una pútrida escoria de la vida, completo incompetente, dándome una rabia inmensa por esta decisión, e incluso llego a vislumbrar que mi muerte hubiese sido mejor, pues esta mi última realidad bordeada en soledad, me acaba… y yo sin poder hacer nada.

Estoy desconsolado, melancólico.

  Creo que ya no se lo que hago,  ya no me importa nada en el mundo. He comprobado, que de casi todo aquello que digo, me impugno. En algunas de las terapias, en las que me veo obligado a realizar con el doctor, me señala las contradicciones.

          No estoy conforme al cien por ciento de todo lo que hice… Una parte de mi, es la que se encuentra satisfecha por el pasado. Reconozco que estuve mal, no pude mudar de aires después de mi primer crimen, pero seguí mi vida, erguido, sin dejarme derrotar por las mañas, ni por los grandes tropiezos, y eso me hace ser el hombre más orgulloso.

¡Jamás me dejé fracasar!

Aunque quizá, por esa manía obsesiva y por otras mínimas razones, tuve que renunciar a lo amado. Tiene mucho tiempo que no la veo, dijo que era un error grabe en su vida.

Ella represento mi deidad encarnada, la mujer que tanto amé, después de mi madre y mi pequeña Ann. Daría cualquier cosa por volver a verla, respirar su aroma de rosa, acariciar sus largos rizos dorados cual rayo de sol, tocar sus manos de terciopelo cálido, tenerla a mi lado, cuerpo a cuerpo, besar sus labios escarlata, saborear aquella dulce miel, que por mucho tiempo con sus besos consagró mi ser.

Al menos, quisiera pedir una segunda oportunidad para tenerla aun a mi lado, tal vez, solo pediría borrar un pequeño fragmento de mi vida, para que no me aborreciera.

          No disfruto de estas horas, no he podido dormir, el tiempo transcurre apáticamente, apenas han pasado un par de minutos, ya hasta me parece que este día será en extremo largo.

¡Heme, aquí! Comenzaré a revivir mi pasado. 



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3
 -La pérdida-

          Diciembre 1949, Tijuana B. C.

          Estaba emocionado, ya que el 12 comenzaron a construir la primera parroquia católica en la colonia centro, misma que en el 64 llevaría el nombre de “Catedral de nuestra señora de Guadalupe”.

En fin. Ese detalle lo recuerdo a la perfección, porque  mi madre era católica y nos inculcaba la religión. Por otra parte, sucede que mas adelante y después del viaje, acontecería la peor experiencia de mi vida.

          Aquella que le daría el rumbo a mi manía obsesiva.

          Nos encaminamos el mismo 12 con rumbo a la ciudad de  México, visitaríamos a los abuelos. Eso nos hizo creer.

Estaba emocionado de una forma inaudita, pues al fin conocería la gran hacienda
aquella que tanto mi padre hacía mención, la que él quería para si mismo.

         Salimos muy rápido de la casa, que olvidamos varias cosas que apreciábamos, incluido entre aquellas, un juguete roto que provocó un cruel dolor en su momento, y que al mismo tiempo simbolizó un gravísimo error y brutal aprendizaje, marcando en mi ser, una dura herida.

 De tan aprisa que salimos, dejamos la puerta abierta de par en par; en aquella vieja estufa, quedó abandonada y consumiéndose febrilmente, lo que nos alimentaría aquel día. Pese a que todos en el pueblo se enteraban de muchas cosas, nadie percibió nuestra desbandada. No en el momento.

Ya en camino, me inquietó la duda del por qué salimos tan precipitadamente, dejando la mayor parte de nuestras pertenencias. Pero decidí únicamente seguir a la familia como buen Samaritano. En ese momento no sabía lo que ocurría.

Claro, -¿Como comprenderlo?- en realidad no tomaríamos unas lindas vacaciones con los abuelos, ya que a mi padre lo buscaba la policía por hurto, dolo y terrorismo. Éramos una familia de muy pocos recursos, él buscaba la manera más fácil para en un cierto modo suficiente, lograr mantenernos. No lo justifico pero era muy difícil la situación.

Entramos a la ciudad de México no sé cuantos días después, quizá fueron semanas, no recuerdo. Llegamos a la hacienda, pero nos topamos con un pequeño detalle.

        >>-¿No pertenecía a la familia?-
-¿Cómo?-

He aquí la explicación…

         Justo un año antes del fin de sexenio de Lázaro Cárdenas, los abuelos perdieron todo, el joven que vigilaba el lugar, que ahora permanecía baldío, nos contó hasta el último detalle, parecía conocer excelente la historia.

          -¡Don Antonio, como olvidar! –

          Tras un suspiro, comenzó a relatar-

         >>- “El buen Antonio, era un ambicioso e inteligente jugador de la baraja, pero no toleraba las derrotas.

Continuó diciendo...
 
>> -En las apuestas era todo  un  caballero, su  palabra  la cumplía y obligaba a todo aquel que perdía a cumplirla.

         Sabía cuando se le presentaba la oportunidad y apostaba todo, llegó a perder  un par de veces ante sus oponentes, aunque solo pequeñeces; sin embargo la peor pérdida fue en el treinta y nueve, año en que su inteligencia y talvez, hasta su racha de buena suerte lo traicionó.

Se vio hundido. Estaba en la ruina, perdió la hacienda y todas sus posesiones. 
La doña, estaba enojada, -Con justa razón-.

          Él  comenzó a embriagarse y poco a poco, perdió gran parte de la buena fama que tenía, aprendió la albañilería, lo hizo rápido a pesar de que siempre estaba borracho. Construyó una casa muy bonita de dos pisos, no tardó mucho, el dinero lo sacó de trabajillos que hacia de la misma albañilería, de la plomería y de la carpintería, no era mucho, pero fue lo suficiente.

          Con lo que podía mantenía a doña María, quien queriéndole ayudar se puso a vender sus joyas, las mismas que se supone, pasarían a manos de sus hijas. Entre ellas tejidos, cosas manuales que hacia. Pero para sorpresa del don, su Maliquita del alma cayó en cama y poco después falleció.

         El Don, sintió penar e imploró a la muerte se lo llevara, maldecía a todo mundo, casi no comía, dormía muy seguido en las calles, el alcohol lo obligaba a hacerlo. Con frecuencia, le aterraba la idea de quedarse tan solitario en casa.

En aquella imperecedera ebriedad, golpeaba a todo aquel que quería ayudarle, a menudo platicaba con el viento, como si en él, viera a su Maliquita santa; algunos decían que estaba loco, otros que hablaba con el mismito diablo.

Sus recuerdos fueron indestructibles y al mismo tiempo, devastadores, que optaba por embriagarse cada vez más. En diversas ocasiones la gente lo escucho cantando todo el día, pidiéndole al viento le acompañara con los coros.

          La vida, le fue cruel. Le jugó chueco, ya no sabía que hacer, Don Toño no quiso que nadie lo acompañara en su tristeza, la pérdida de la hacienda y el reciente final de su doñita, le fueron fatales. La vida ingrata le quitó todo lo que antes le había ofrecido, al fin; al cobrar la  factura, el don pagó de más.

Esa es la triste y desdichada realidad, cuando la vida da, hay que aprovechar, porque te proporciona todo y lo hace a manos llenas, pero cuando es momento te lo retira, pero no se olvida, ni del último detalle.

          Un día llego Javier, el mayor de los hijos, pero no se toparon para nada, a pesar que lo estuvo buscando. Lo creyó muerto, nadie le dio razón alguna de su padre, quizá porque algunos preferían que Javier no viera hecho un guiñapo a su progenie, que se yo… Así que aquel, dio la media vuelta. Jamás volvió. Según las malas lenguas dicen que se sintió mal por lo de sus padres y como ellos eran, lo único que tenía, al no saber mas nada de sus hermanos, decidió suicidarse. Aunque esos solo son chismes, rumores falsos pues. Porque la verdad, nadie la sabe.

Al fin, hace dos años, Don Toño se fue a alcanzar a la doñita de su corazón, quedó tirado en la calle abrazando su botella de tequila, con lágrimas en los ojos.

 Según se dice que unos malandrines de fueras lo golpearon, al grado de romperle la cabeza, le quitaron lo poco que tenía ¿Cuánto podría traer? Los vecinos que aún le admiraban,  dieron a Don Antonio una sepultura digna, a lado de su doña-  

Al escuchar esas últimas palabras, mi padre por primera vez en, ¡Huy! no sé cuanto tiempo. Sintió la necesidad de llorar, se asomaron un par de lagrimillas que muy lentamente resbalaron por sus pómulos.

Nunca lo había visto hacerlo, se dio media vuelta y se seco el rostro.

El encargado, nos llevo a la casa de los abuelos, cuando se enteró, que mi padre era Ramón -El menor de los hijos- Nos dijo que encontraríamos la llave en la ventana izquierda de lado derecho, justo encima de la jardinera, oculta entre el rosal amarillo.

          Y… Así fue.

          La casa era enorme, me parecía un castillo a comparación de donde vivíamos en Tijuana. Ahora, aquella morada sería nuestro hogar; en ese momento adquiríamos gracias a los abuelos, una casa en extremo bella y al mismo tiempo escalofriante.


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4
-Mentes Perversas-


          Ciudad de México 1952, 25 de diciembre…

          Muchos dirían que es un día de dicha y felicidad. Por supuesto ¡Navidad debió ser así!

          Estábamos en la cocina. Yo tenía 14 años, nos retirábamos hacia el cuarto en cuanto escuchamos que llegó de trabajar, estaba borracho, pero eso, ya se le había hecho costumbre, pareciera que la casa reviviera todo lo malo que nos relataron del abuelo, solo que en peores circunstancias.

Intentábamos obedecerlo, era nuestro padre. Estaríamos dormidos antes que él llegara, nuestras tareas debían estar terminadas así, como nuestras labores en casa. Ese fue el trato para que saliéramos a pasear, claro él jamás cumplió la parte de su trato, pero aún así, nosotros debíamos obedecerle…

En cuanto abrió la puerta de la calle, apagamos las pequeñas velas que nos alumbraban en el cuarto, intentábamos no ocupar tanto la luz, con afán absoluto de no ser notados, no deseábamos que nos encontrara despiertos.

De pronto… sus pasos lentos y no muy precisos, se acercaban a nuestra habitación. Nos encontrábamos intranquilos tratando de dormir, apretábamos los ojos lo más que se  podía. Aun recuerdo las gradillas de madera chirriar febril y suavemente, al igual, aquella aterrante ráfaga de viento convertida en silbido, parecida a una especie de lamento interminable, que corría airoso entre los muros de la vieja casa, apoderándose frenéticamente del silencio avasallador.

En tal situación, el escalofrió comenzaba a aparecer en la espalda, la piel iracundamente estremecida, la pesadez del entorno, pretendía enterarnos que ese ser, se aproximaba escrupulosamente. Estaba próximo en dejarse ver. Todo se encontraba tan envuelto en terror, era insoportable la tensión.

-Impresionaba el resonar del escenario-

>> -Sonará ridículo a mi edad, así como por mi perfil psicosocial; pero en veces cierro los ojos, y por instantes la mente principia a retozar ladino con aquel rechinido. Me altera tanto, que me causa pánico, siendo el mismo que cuando no pienso en matar; me mantiene despierto.

Al llegar hasta donde nos encontrábamos, el hombre abrió la puerta de la habitación unos cuantos centímetros. Apenas al intentar verlo; el corazón se me aceleró y la respiración despavorida, se fue en aumento. Me hallaba sudando a mares, casi puedo jurar que hacia un arroyo de hircismo en mi lecho. Sentía que hacía un ruido extremo, y queriendo controlarme, aguante la respiración con tal afán, que comencé a marearme.

Para él, todo parecía marchar bien, mientras cada uno de nosotros combatíamos contra el temor de ser descubiertos, en nuestra gran mentira.

          Él, solo nos observaba por la pequeña abertura que creó, entre la puerta y la pared. Voltee a verlo, la luz del pasillo le alumbraba los ojos, se le veían tétricos, tal vez por el miedo más, como los que salen en las películas de horror en un tono amarillento verdoso.

Me estaba muriendo de miedo. (Un par días antes golpeó a mamá, la dejó muy mal; probablemente por esa razón y por otras, en ese momento, le temía aún más) nos miraba desde lejos, creyó que dormíamos, como estaba tomado, le fue más difícil darse cuenta que lo estábamos desobedeciendo. Es más, ni lo notó. Al cabo de unos minutos cerró la puerta, regresó con mamá, quien esperaba nerviosa en la cocina.         

La tranquilidad del cuarto resurgió, abrimos los ojos de inmediato, esa noche era casi imposible conciliar el sueño, brincamos de nuestras camas cual resorte despeñado, asomábamos las cabezas por la ventana, era maravilloso ver tantas luces de colores en las calles casi oscuras.

Nuestras miradas fueron atentas. Por segundos, nos dotábamos de alegría con la placidez ajena, éramos felices viendo a la gente que iba de aquí para aya, apresurados para ver a sus seres queridos. Llevando entre las manos cajas envueltas en papeles de colores brillantes, que con la iluminación de las calles parecían tener luz propia.

          Pasamos, no sé cuantas horas viendo hacia afuera, el tiempo se deslizó vertiginoso, hacia mucho frío, pero aun así no nos retirábamos de la ventana. Ya pasaba más de la media noche. Uno a uno nos fuimos a descansar quizá de aburrimiento o mejor dicho de cansancio. Sabíamos que nuestros padres estaban discutiendo, pues ya tenían un buen rato platicando, y una platica con mi padre borracho, siempre terminaba en pleito.

          Al poco rato se empezaron a escuchar las tan obvias y ya sabidas discusiones; estábamos acostados, un poco molestos por los gritos, pero tranquilos. De pronto… todo sosiego cambió cruelmente, nuestros instantes de serenidad, desaparecieron en segundos. Empezaron a acalorarse las cosas, más de nuestros estatus diarios.
 
Aunque eran muy frecuentes las polémicas desde que llegamos; esa controversia ya había salido de lo normal… y seguía en aumento. Se escuchaban golpes en los muros, mismos que estremecían en un indiscutible modo la casa. Pensé que aquellos caerían sobre nosotros, estaba apunto de volverme loco.

Ann lloraba de miedo, eso me perturbaba aún más. La tomé entre mis brazos y la consolé, sus lágrimas eran secadas por mi ropa de dormir. Algo andaba en extremo mal. Eran tal vez las dos treinta o tres de la mañana; mis padres no paraban de discutir.

En mi curiosa ambición por entender lo que pasaba, decidí salir del cuarto, lo hice de puntitas para no hacer ruido alguno, bajé como tres escalones.

Ya ahí, por un espacio que se formaba entre las escaleras y el primer piso percibí aquella aterradora escena. El hombre, estaba casi de espaldas a mí, ella en el suelo, su cara, completamente hinchada, su boca sangraba; era difícil reconocerla, no pude evitar las lágrimas de conmoción, me afectaba verla así. Reflejaba sin lugar a dudas una zozobra profunda.

          -¡Dios mío ayúdala, es mi madre!- Enuncie en un sutil susurro. 

Había muchas cosas tiradas, sobre todo vasos y platos rotos. En su afán de escapar, ella se impulsaba hacia atrás. Al fin topó con la pared, estaba acorralada, no tenia escapatoria, con la mano izquierda tomó un pedazo de cristal que quedó de un platón; se levanto lánguidamente, extendió su brazo hacia el cielo y con furor trató de herirlo, por mala suerte logro su cometido, le rasgo insignificantemente la mejilla del viejo.

          Él enfureció, y con gran arrebato metió la mano a su costado derecho, mientras que con la izquierda se limpiaba las pequeñas gotas de sangre que le brotaron de la herida. Ambos, vociferaron sobresaltados múltiples palabras ofensivas.

Sacó la mano de su bolsillo acompañada de un arma, ella de inmediato se quedó sin voz, acabada, él continuaba insultándola. Sin imaginarlo y sin razón alguna, un retumbo tremendamente afanoso irrumpió de pronto en esa vieja casa; aquel provocó que cerrara los ojos y por instinto agache la cabeza.

Finalmente los gritos cesaron; incorporé muy lento la mirada, él estaba inmóvil, sentada en el suelo estaba mi madre. Comprendí entonces, que ese ruido no era más y nada menos que una bala de mal agüero, que atravesó su cabeza justo por la mitad de la frente y acabó  incrustada en la pared.

-Me quedé helado, sin aliento, en una totalidad absoluta, paralizado-  La pared estaba manchada de sangre hasta donde el cuerpo resbaló, los ojos de mi madrecita santa quedaron abiertos, en blanco, las manos con las palmas al cielo y las piernas extendidas. 

          Aquel perfil, fue espeluznante para mi poco entendimiento. No supe que pasó, ¿Por qué lo hizo? ¿Cuáles fueron sus razones para hacerlo?  Al  no  encontrar respuesta lógica para mis preguntas, los ojos se me llenaron de lágrimas.

        -Grité. Lo hice con toda la fuerza que la voz y la garganta me dieron, el corazón me golpeteaba delirante, abatido, temeroso-  Él volteó.  Ahora caminaba hacía mi, mientras frotaba y recargaba nuevamente el arma. Sus ojos eran un par de ardientes piras en pleno arrebato, encontré en ellos quizá, hasta el mismo infierno.

Desconcertado por el comportamiento tan ruin de mi padre, comencé a titilar de miedo, se me fue hasta el habla, el instinto me exigía no verlo, pero aún así, no baje la mirada. (Desde entonces, procuro no hacerlo, pues constantemente pierdo aquello que amo) 

Traté de manifestarle que después de ese suceso ya no me provocaba temor. Él sabía que sí, mis demás sentidos se lo afirmaban.

         Por fin,  se detuvo a tan solo 4  escalones,  antes  de  llegar hasta mí. Frente a frente, me miró directo a los ojos seguro de si, mostraba un mohín de burla con una serenidad impactante, que resaltaba su semblante, el sudor le escurría, yo también transpiraba, aun ahí, pude sentir como una fría gota de aquel hircismo resbalaba lentamente, recorriéndome toda la espalda.

Como si todo marchara bien, aquel hombre enuncio en voz baja -Acompañaras a tu madre, es tu turno- Levantó la mirada un poco mas, no lo pude evitar; nuevamente los ojos se me llenaron de lágrimas. Rápida y bruscamente gire la cabeza sobre mi hombro derecho, uno de los nervios se estiro demás y me dejó inmóvil más o menos por espacio de medio minuto. Con el rabo del ojo los miré, se asomaban por entre el muro y la puerta.

          Sentí un escalofrío que me recorrió hasta el último sendero de la piel, de esos que te estremecen por completo, se me puso la piel chinita. Algo me aventó hacia atrás, me sentí extraño.

          Otra bala había salido de su arma. 




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5
-La ira y el dolor-


          De pronto, sentí un calor intenso en el brazo izquierdo, seguido de un dolor inmenso que estremeció mi cuerpo dándole al mismo tiempo, el valor de hacer lo demás. Claro, me disparó. ¡Esa bala me lesionó, no se porque razón no me acabó! Infelizmente para él, hubiera sido preferible.

De inmediato comenzó a escurrirme la sangre, me quedé inmóvil unos segundos. Inmediatamente apuntó hacia ellos; tal acción encendió la chispa, empezó a hervir todo mi cuerpo en un santiamén, un cambio de presión me invadió sorpresivamente. Sin pensarlo dos veces, me abalance sobre él.


          Justo al momento de derribarlo una nueva bala salió del arma, quizá sin quererlo apretó el gatillo, pero disparó. Ellos gritaron y al instante un mutis imperecedero acuno el hogar. En ese momento tuve la sensación de que habían arrancado una parte esencial de mi organismo. Seguido a ello, la mente se remontó al pasado, e infinidad de escenas crueles pasaron frente a mis ojos, como en una especie de película de horror. Creí que al llegar al primer descanso de la escalera, encontraría mi fin. No fue así.


           Tendidos en aquel descanso, me levante aturdido por la magnitud de la caída. Me tambalee mientras me ponía en pie. La posición que tenía aquel, me hizo notar que se le desprendió una las extremidades inferiores, y el brazo izquierdo se le doblo por completo.

          -Se quejaba como cerdo-


          Me levante con heridas leves en apariencia, me aleje a unos cuantos pasos de él, comencé a reír como loco, supe que ese era el momento apropiado para hacer justicia y vengar la muerte de mi madre y quizá también de uno de ellos. 



-Recordé unas palabras-



“Cuando alguien cae, hay que pisarlo”- Me decía hace tiempo el mismo hombre que estaba agonizante.


          Esa frase la repetí analizándola detenidamente.



Medité:



Que irónica la vida, él cayó y yo como buen hijo obedeceré a mi padre.



Olvide otras dolencias que tenía en todo el cuerpo, mi único deseo era acabar con él. Ni siquiera pensé en ocupar su arma, me sonaba completamente estúpido, ya que una fina estatuilla que el mismo forjo, le traspaso el pecho muy cerca de la garganta, imaginé que no tenía mucho tiempo.



Aunque sí, solo el suficiente para hacerlo doloroso. Atormentador y muy largo.
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6

-El fin-

          Escondí el arma en un rincón seguro de la casa, para evitar que cualquiera le encontrara, fui al cuarto de mis padres, tomé unos guantes de esos que mamá ocupaba para lavar la ropa, igualmente tomé unas telas para intentar curarme el brazo y evitar que siguiera sangrando, me puse unos zapatos para dejar huellas de pisadas grandes y así, si llegaran a investigar buscaran algo que jamás existió.


           Mientras me alistaba, pensaba mil y una forma de acabar con él, no me sacaba de la cabeza, la imagen de mamá y alguno de los pequeños muerto.


          Regrese a su lado; ya no podía ni quejarse, solo respiraba agónico, al inicio me senté en su estomago mirándolo a los ojos, me paré y caminé, me acerque al cuerpo yerto de mi madre, cerré aquellos luceros que tanto amaba. Ambicionaba ver a mi progenitor muerto, así que regresé a seguir lastimándolo.



Odio reconocerlo ante todos, pero disfruté cada momento de su dolor, su cara pálida y asustada. Hacían deleitarme.


        Traté de darle vuelta a la figurilla ya que eso abriría más la herida, no lo conseguí. Puse la televisión con un alto volumen, afortunadamente para mí, estaban trasmitiendo una película de suspenso justo en momentos turbios. No sé que pensé en ese momento, pero para mí fue perfecto…


          Regrese de nueva cuenta con el hombre, tomé su cabeza entre mis manos, y con gran cólera la estrelle contra el suelo tantas veces como me fue posible, saque una fuerza incomprensible; la lengua se le atoraba en la garganta. Me volví a parar, rápidamente busque en los lugares donde recordaba que mamá  tenía productos químicos nocivos para la salud.


           ¡Lotería! Encontré un ácido, no sé para que era, pero a mi si me serviría de mucho. Aquel ácido era muy potente, pues hasta sólo percibir el aroma, provocaba un malestar excesivo. Agarre del botiquín, un gotero. Regresé de nueva cuenta hasta su lado, y sumergiendo el gotero en el ácido, lo llené, Ahora él era solo el espectador. Con el gotero en la mano, me acerque hasta su pecho, y alrededor de la herida comencé a verter ácido.


           Como no quería que se quejara más agarre la botella y le eché una cantidad considerable en la boca, ya casi no se movía. Y aún estaba vivo, (la piel se quema curioso con ese químico, se ve raro sale un vaporcito con un olor desagradable) Sus ojos estaban abiertos, más de lo común, parecía que se le saldrían de su lugar, así que agarre nuevamente el gotero y dos gotas  bastaron.


           De pronto un temblor tremebundo dominó su cuerpo, mientras le salía una espuma roja de la boca. Se derretía como cera en fuego, pero desde adentro. Aquel sujeto llegaba a su fin. Como a los diez o quince minutos, quedó muerto.


          Lentamente, me levante y de una patada firme tiré la televisión de su lugar, haciéndola añicos. En el alma sentí desconsuelo, pero al mismo tiempo era opacado por una serenidad inexplicable. Me despoje de todo lo que ocupé. Lo metí a una bolsa negra, que preparé en ese mismo instante. Me asomé por la ventana de la cocina y con fuerza, arrojé la bolsa al terreno baldío que ocupaban como basurero. Ahora si, ya nadie los encontraría, la hierba estaba muy crecida y tanta basura entorpecía la vista a cualquiera, por mejor que la tuviera.


          Aterrados desde las escaleras, ellos me observaban, me di cuenta que estaban bien, aún así no me arrepentí de mi acto.



Aunque me pese reconocerlo, sentí mucho miedo, por lo que pasaría después, si es que llegasen a descubrir lo que realmente pasó. No obstante con eso, me sentía satisfecho de mis actos, que juré jamás olvidar ese momento.



Él constantemente me decía que yo era un inútil bueno para nada, que se avergonzaba de mí, que no era digno de ser uno de sus hijos, que no era capaz de ni matar  a una mosca porque era un acomplejado con mamitis. Me repetía su tan celebre frase de apoyo. Ojala y pronto te mueras ya que no puedes ser uno de mis herederos.  Tonto ¿Qué herencia? no tenía ni en que caerse muerto, pues ni la casa que habitábamos en Tijuana era suya.



En este momento, no puedo evitar recapitular lo que pasó unos cuantos años atrás y precisamente, en Tijuana.



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7


















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Shura.Ghost