¡Mírame cielo mío! ¡Siénteme, te lo pido!
Aún sigo en penumbra por tu desamor,
Llevo el corazón partido, empapado y decaído,
Y entre figuras, abatido, deambulando el amor.
¡Todavía recuerdo tanto de ti!
Tú sutil aroma, lo llevo tan presente,
Siempre. Perpetuamente, en mi mente.
Cual ardua estaca. Bestial e inclemente...
Tú voz, vagando mundana en mi pecho,
Musitando perenne, un picaresco ¡Te quiero!
En señales místicas, mi cuerpo y nuestro lecho.
Y esa tú voraz lengua, de vaivenes lisonjeros,
Vastos en desenfreno, hurgando mis senderos.
Jugueteando halagüeño, en mi pleno, ya vehemente,
Ávido. Demente de ti, guiado lascivo por tus dedos.
Rigiendo a tú oportuna satisfacción, mis menudos deseos.
Pero ¿Ahora qué hago? Sin ti, sé que no vivo,
Sin mesura yerro, y así, entre incógnitas muero.
¡A veces, ya no sé ni lo que físicamente quiero!
Llevo tú libido como condena, mi ciclón obsesivo…
Ya perdí la razón de mi vida, el sentido del amor.
Pero no me pregunten cuanto daño me ha causado,
Le he cavilado en incontables noches de desvelo,
El desasosiego, sólo me hace anhelar, volver a verlo.
Pero aunque me duela, ¡Sé que jamás me ha amado!
Ya nada atesta su espacio, nada me hace revivir…
No sé ni cuantos navíos, por mi puerto han pasado,
Maldita marea de deseo. Infame mi absurdo desvivir...
Hoy, y como tantas solitarias y frías noches,
Sigo aquí, recluida entre los gélidos muros de mi alcoba,
Sollozo demacrada, y tan demandante mi ocaso al alba.
En mi rostro empalidecido de llanto, únicamente veo vacío,
Y desangro tempestuosa los labios profanos de apetito impuro.
En tanto flagelo este pútrido cuerpo, íntegramente desnudo…
El alma con la mente, se me van haciendo nudo…
Realmente, cada paso en mi universo ha sido duro.
Mi travesía demora fatigante, en este cruel auspicio,
El viento de la noche habla, como si quisiera ser mi salva.
Cautelosa me interno entre las cobijas de carmesí y caoba,
Respiro tranquila, ya no hay dolor, acabaron los reproches.
Soy ente, mi piel ha descansado, fui espíritu sesgado,
Ahora soy libre, no tengo cuerpo, mi crepúsculo ha llegado.
Bendito veneno de amor que me deslía, tan profano, como ufano,
Adiós vida mía, adiós infinito suplicio jactancioso y mundano…
No tornaré más. Ni sigilosa, ni deseosa al alimento de tu puerto,
Adiós sinuoso lamento, no queda tormento, ¡No miento!
Por fin, ¡He muerto!...
E. B. R. (*S.G.*)
DOMINUS DESIDERATUM ENTEUS VITALUS
SEMPER AMORE
