Escúchame sordo, mírame ciego
Y… háblame mudo,
Estén atentos, que entre sombras,
Llegó el fin del mundo.
Corran, griten que el ocaso de los tiempos,
Nos ha alcanzado...
Colmen de amor, lucidez y paciencia sus hogares,
Llenen de manjares sus mesas,
Honren los alimentos.
Encuentren la paz y la esencia del silencio,
No dudes al hacerlo, que el interior es lo que se cuenta.
Recuerda siempre, que la vanidad no es efímera
Pero sí, la belleza acaece al paso de los tiempos,
Y la escultural silueta de una fémina,
Por piel casi diosa, también marchita...
Que los lujos que da el dinero, no son,
Ni serán jamás eternos...
Y entonces…
Ahí, verán los ciegos… Y escucharan los sordos...
Que su Dios, el de todos en verdad existe,
Que él vive, nace y muere dentro uno mismo,
Que no es más que tú esencia, que eres tú,
El Dios mismo, tu dios, tu idea, tu creencia...
Aquel a quien das la espalda, al que niegas,
Y en quien desconfías
El mismo a quien que por más que grite,
En absoluto escuchas,
A quien por incompetencia,
Tanto rechazas, tu Dios. Tú mismo...
¿Y a que teme esta humanidad?
¿A lo que fue, o a lo que vendrá?
Si ya muertos estamos todos.
No de hoy, ni de ayer,
Ni del mañana... joder...
Escúchame entonces pardo, que sabemos,
Sordo no estas…
Mírame empecinado, que ya lo sabemos
Puedes ver…
Y no calles amigo, pues por nada la naturaleza
Nos erigió con voz, con boca…
¿Entiendes que no estás mudo?
Es tiempo de creer, de crecer, de amar,
De dar y recibir…
Compartir, el pan, compartir el vino,
Siembra y cosecha tu alimento y tu vida.
Que para el futuro, nada está perdido,
Aunque se esté podrido,
Aunque estemos muertos,
Seguimos haciendo charcos.
Seguimos… haciendo caminos…
E. B. R. (*S.G.*)
DOMINUS DESIDERATUM ENTEUS VITALUS
SEMPER AMORE
