No he muerto. ¡No! aún no me he extinto…
Más en suplicio, me corrompe el instinto,
Sigo viva, pero al cuerpo le parece indistinto,
Y vago, sin salir siquiera de mi corpóreo recinto.
Se nubla tiempo que recorre mis venas,
La entelequia marcha bordeada en penas,
Albergándome catrina en invocaciones ajenas.
¿Y qué puedo mentarte? si mis crónicas drenas.
¡Injurio tu pecho, al que flecho mortalmente en lecho!
¡Pugno condena, cadena insolente que me envenena!
Avejente y pútrido hecho, sin aliento y arrecho, enajenas,
Cúspide de discordia, cauto entre mis tinieblas, me asechas.
No he muerto, aunque el frío me mantiene el cuerpo yerto,
Suspendida aquí… Aún sigo viva, pero ni el ser se apiada de mí,
¡No, no he muerto! Aunque por demencia la dicha de amor dimití.
No sé si anhelo liberarme de crueles noches, de inicuo desierto.
Camino en mente la cuerda floja, sigo atenta el caer de las
hojas,
Estoy al borde de la inusitada locura, no me calma, no me
cura,
Esta desdicha no me acuna, no me procura, solo en cisco perdura,
Esperando postrada postrimería… y en prisas mis sueños
despojas…
Nocturnal en desconsuelo, al final voy a mi destierro,
No muevo ya siquiera el cuerpo, es de plomo, de hierro,
Me voy, camino sin voz, ni efigie, ni tiempo, ya no me
aferro,
¡No he muerto, por Dios que no he muerto! No yerro…
Y sin embargo al alba asistiré sin ferro… A mi entierro…
Solo
en mi lecho de muerte,
Me
hallarás sutil y silente...
Todos
los derechos de autor, reservados.
23/Enero/2014