Camino y vago sumergida en el pensamiento.
No sirvo para vivir en sociedad, en verdad… lo siento.
Llevo el corazón en la mano y el ser… agónico, sin aliento,
De locura los días y las noches solitarias, alimento.
A veces quisiera ser parte de todo aquello,
Pero soy diferente y en soplos me culpan de atropello.
Anhelo la libertad, no tener esta soga al cuello,
Y llenar al cielo de destello, romper por fin mi sello.
Quisiera gritarte orbe que me derrumba el hombre
Más mis pies seguirán firmes, si afinas con tu voz mi nombre,
Sonrío y bacilo, soy efigie de la humanidad a la que esgrimo,
Soy lo que soy, tengo y conservo a quien me estima y estimo…
Perdono y bendigo a quienes ofenden o sojuzgan mi destino,
No soy quien para juzgar sus fronteras, palabras o caminos,
Sola voy, no pretendo ser verdugo, ni testigo, solo soy mi trino,
Carezco de resentimientos, y mis sentimientos los ansío alvinos...
La soledad mi mejor compañera, el escudo de la condena,
He vivido siglos sin esto, que ahora me tiene aquí con cadena,
No sucumbo por la dicha de la vida, me aterra esta ruin faena,
Pudiera ser libre, pudiera hacer más, pero acepto sentir la arena.
El yermo no me allana ni envenena, sigo siendo mi propia dueña,
Pues la soledad no me porta, ni me soporta, es mi compañera,
Me controlan mis instintos, lo que soy es lo que de mí se apodera…
Dejo vicios, rencores y malos hábitos, aguardando en la leñera,
Esperando apesadumbrados, terminar olvidados en la hoguera.
Y resguardo mis alas para servir a quien el destino a mi atañera,
Soy esto con mi soledad, leal amiga, consejera, sin traba y verdadera.
Mas a mi mundo recreo, cuando llegan a mí, almas en pena,
No soy lo que crees, pues para expresar, hace falta conocer,
No me crezco, no soy nada cotejando, quizá. Eso no me enajena.
Adoro ser lo que soy, lo que fui y todo aquello que seré,
Pues no tengo temor de hacer, equivocarme, aprender y reconocer.
Soy yo, lo reconozco, me equivoco, y eso me hace libre,
Soy dúo y trino, ave solitaria que surca el cielo sin medir calibre,
Solo quimera, bruma, en busca del infinito que mi lecho recalibre,
Y me regrese así, febril a los brazos de la eternidad que jamás libré.
Sin pena, no hay condena.
Todos los derechos de autor, reservados.
17/Enero/2014
