Sobre quimeras borrascosas sucumbía,
Y ofuscada, entre serafines artificiales vivía.
Amé ciegamente, entregue todo tan vehemente,
Y el alma partida conseguí; traicionada, demente.
Que coraje, que apatía, sometida por cobardía,
Encadenada a quien dueño del corazón creía,
Más no culpo al alma mía, ni muero en melancolía,
Desvarío del destino, que me acogen sobre cofradía…
No lloro; soy gallarda, aunque en añicos el alma mía arda,
Si he de vivir, viviré vagando, si he de morir moriré soñando,
Lidiaré lo que venga, lo que atenga, aun con las yagas de irte amando,
Esperaré sentada, caminaré a tanda por el mundo, si es que tarda.
Viví cegada, morí anidada, resucité con el corazón al alba,
Antes de fugarte ya soñaba, antes de encontrarte ya era malva,
Tú no me permutas, no me sobresaltas, ni de bríos me alejas,
Tu desdén, no es más que susurros desvariados de quejas,
Si te vas, si por caprichos me dejas, que por goces no hagas rejas…
Al crepúsculo me voy alentada, dichosa del camino, determinada,
No volveré hacia atrás la mirada, por si peco, por si estoy enamorada,
Relegaré la tardanza, la añoranza, dejaré en tu nido la esperanza,
Por si a mi destino tu voz y nombre regresa, no tendré por ti entereza…
Desvarío que no sojuzgo, porque el destino es intricado,
Ante caminos nos aleja y por azahares nos regresa,
Renunciaré y dejaré para ti la que fui, te relego toda remembranza,
Me voy con la dicha de ser ejemplar, de ser profusa para tu alabanza,
Me voy. Y no sufro, porque de mí para ti, de amor llené la balanza…
Me voy, marcho lejos y no por orgullo, ni te olvido por hastío,
Te dejo, me alejo, de tus arras huyo, ante amor de ilusión sonrío,
Más si girara a mirarte, una risa bulliciosa y un adiós. Desvarío.
S.G.
Mirando el horizonte.
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